viernes, 22 de febrero de 2013

Rain

Henry gusta especialmente de la lluvia, en Lima no llueve comúnmente y tal vez sea la contaminación ambiental lo que lo provoca, pero hoy empezó a llover con una frecuencia y fuerza solo vista en la sierra del Perú. Y esta lluvia es lo que más ama Henry.

Su gusto por la lluvia es tan grande, que el primer de día de llovizna salió sin su paraguas, que usaba comúnmente para alejarse del sol. Llegando a su trabajo como recién salido de la ducha, aunque con ropa.

A su jefe no le agradó ese espectáculo mojado que desconcentraba a todos los otros trabajadores, y le pidió -por no decir ordenó- que se comprará un paraguas, suponiendo que este carecía de uno.

Al día siguiente, Henry mandó su ropa a lavar “El precio del placer” se dijo entre risas, mientras sacaba su ropa de la lavandería. El sol se mofaba de él como la cuenta recibida en la lavandería, lo que le anunciaba un feo y caluroso día libre.

Habiendo pasado el segundo impase de lluvia en su trabajo, esta vez con la advertencia: “Si vuelves a venir así, mejor no vuelvas”. Decidió –recién- traer el paraguas el siguiente día.

Henry sale de su casa con él paraguas en la mano, para suerte suya solo llueve poco, nada que le llame la atención. Apenas y estira la mano fuera del paraguas, claro… con mucho cuidado para no mojarse las mangas –hasta eso le revisaban-. La lluvia comienza a aumentar y Henry comienza a acelerar el paso, solo faltan dos cuadras.  “Falta poco, falta poco” repetía y repetía. Ya falta solo una cuadra… pero… creo que despedirán a Henry.

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