La Navidad llegó nuevamente a mi vida
A mis 20 años y reconociendo que biológicamente soy adulta, no espero ningún regalo. Pero eso no me hace no desearlo... extraño el misterio dentro de las bolsas con dibujos de ositos o estrellas, la duda de si será lo que tanto esperaba y la espera por mis familiares con bolsas de diversos tamaños.
Lo sé, el pensamiento es infantil, pero... no puedo evitar recordar eso al ver estallar los fuegos artificiales en el cielo, eso es lo único que tal vez no ha cambiado tanto a través de los años.
Las doce de la noche...
mi pequeña familia se saluda, subimos el techo a oír explotar todos los fuegos artificiales, a pesar de contaminar el ambiente y asustar a mi perro, no puedo negar que se ven hermosos.
Bajamos a pedido de mi madre para saludar a los vecinos, una tradición que cada año es mucho más sencilla, porque los mismos ya no suelen saludarnos mucho desde que comenzamos a crecer.
Al salir veo a mi pequeña vecina de enfrente, no estaba nada diferente de como la recordaba, su madre por otro lado ya cargaba a otra pequeña niña sobre sus brazos, no recordaba que se pudiera crecer tan rápido. Pero puedo recordar, como si fuera un deja vu las palabras de mi madre al cotorrearme el chisme del nacimiento de la pequeña Andrea. "Ya nació la bebe, acaban de llevar a la señora al hospital", había olvidado que eso había ocurrido has medio año.
Saludo a su animado esposo y a Bruno, un vecino que tiene casi mi edad, no puedo llevarme bien con la gente de mi edad por eso solo lo saludo y procuro irme a la puerta de mi casa. Al volver a la puerta, veo que sale otra persona de la casa de Bruno, un anciano a quien yo recordaba bien, era su abuelo.
El anciano, que siempre me saludaba con una sonrisa cálida, me hizo contener un pequeño alarido que afortunadamente nadie notó. Me acerqué nuevamente a la casa, y lo saludé con cuidado. ¿Cuando envejeció tanto? ¿Cuando comenzó a caminar tan lento? ¿Porque no me había percatado de este cambio?
Lo sé, no era muy unida a mis vecinos. Pero con ese anciano, siempre me había agradado conversar. Pero... ¿Hace cuanto fue eso? No lo recordaba, pero sabía que hacía mucho tiempo que ya no lo veía.
Su cuerpo estaba ligeramente encorvado, su cabeza un poco más saliente y apenas lograba caminar, parecía como si hubiese envejecido tanto y tan rápido que no podía dejar de observarlo, pero siempre con cuidado para que las otras personas no se percataran de mi asombro. Saludaba a los otros vecinos que se nos aproximaban, sintiendo que era el saludo más vació que podía dar y recibir.
Al volver a la puerta de mi casa y observar como los vecinos terminaban de saludarse y tomarse fotos, escuchaba ligeros murmullos de mi madre diciendo "Pobrecito" o "Se ve bien acabadito". Yo al verlo desde lejos sentía mucha pena, tenía ganas de huir. Lo sé, no abre sido la persona más cercana, pero... no podía evitar querer llorar. De lejos me vio observarlo y sonrió, y yo hice lo mismo. No podía soltar palabra, estaba haciendo lo imposible por no lagrimear, solo pude levantar la mano y saludarlo de lejos
Hasta ahora no entiendo bien porque sentía tanta tristeza, tal vez por ver su fragilidad o la probabilidad de que en algún momento pudiera fallecer o...
Tenía que pasar para comer, la leche se enfriaba, pero antes de irme voltee para observar nuevamente al único amigo que había tenido en mi vecindario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario