lunes, 13 de agosto de 2012

Reality

Que fregado es esto -pensó la señora con el niño en brazos- tener que cargar todo el día a este chiquillo que ni siquiera es mío, por solo unas monedas.
Esperó a que una combi grande pasara vacía, -es muy cansado cargar a este y peor pasar entre tan gente- continuó pensando.

-          Por fin!exclamó la señora al ver la combi acercándose- deja de moverte tanto escuincle!
El niño no pasaba de dos años, estaba flaquito, y no podía dejar de moverse.
-          Que te estés quieto! -Le tiró del cabello al niño, pero el pequeño no lloró, solo se quedó quieto.
El carro paró frente a la señora y esta subió  a la combi, por la puerta más cercana al conductor.


-          Oye vamos a llegar tarde a la segunda hora de la uni! –gritaba mientras corría- te dije que no era buena idea venirnos hasta aquí.
-          Hay por dios ya deja de quejarte tanto. Solo vinimos a imprimir un trabajo, además Wilson no esta tan lejos de San Marcos.
Andrea y Brigitte corrían hacia el paradero para tomar un carro a su universidad, se les había hecho tarde. Después de correr tanto Andrea logró visualizar el paradero
-           Ya estamos llegando- le dijo a Brigitte 
-          Rápido entonces!
Llegaron al paradero muy cansadas de tanto correr, Brigitte no dejaba de observar su reloj.
-          Llegaremos tarde- reclamaba
-          Eres muy quejosa, ya verás que llegaremos temprano
-          Después de esto, tengo que irme a almorzar. Lo malo es que gracias que este viaje estoy a   las justas con el dinero
-          Tan sarcástica como siempre tu ¿no? ¿Vas a volver a quedarte en la biblioteca?
-          Sí, tengo que avanzar la monografía, ¿recuerdas?
-          ¡Rayos! –exclamó- te acompaño entonces, lo había olvidado
-          Tan irresponsable como siempre –murmuró Brigitte
La combi se aproximaba, por suerte había llegado rápido.
-          Deja de murmurar tanto y sube rápido al carro Brigitte
Ambas subieron por la puerta de la parte de atrás de la combi.


Rayos a pesar de repetirlo a cada maldito rato, no recuerdo el cuento que invento ese hombre- pensaba la mujer- bueno inventare cualquier cosa. Ya me cansé de este niño.
Bajó al niño que llevaba en brazos, y este se sostuvo del primer asiento que halló.
-          Señores pasajeros, disculparán que interrumpa su linda tarde, pero mi esposo me abandono dejándome sola con mi hijo y no tenemos nada para poder alimentarnos –iniciaba su discurso la mujer- no tenemos nada, solo una casa vacía, quisiera poderle dar algo de comer a mi hijo
Nadie le prestaba atención, todos miraban hacia otro lado; el niño que se había acercado hacia un asiento donde estaban dos chicas, era tal vez el único que la observaba.


-          Por suerte estaba vacío el carro- dijo Brigitte
-          Ya ves, ahora solo queda esperar, además no está tan lejos
Un mujer junto con un niño subió a la combi al mismo tiempo que ellas, bajo al niño que tenía en los brazos y se acercó al asiento de las muchachas   
-          Señores pasajeros, disculparán que interrumpa su linda tarde, pero mi esposo me abandono dejándome sola con mi hijo y no tenemos nada para poder alimentarnos –comenzaba a decir la mujer- no tenemos nada, solo una casa vacía, quisiera poderle dar algo de comer a mi hijo
Un sonido peculiar llamó la atención de Brigitte mientras la mujer hablaba, provenía del niño. Será que…- pensó la Brigitte.
-          Pasaré por sus asientos para ver si me pueden dar una colaboración, les pido que me ayuden- terminó por decir la señora
Empezó a acercarse a cada uno de los asientos, alzando la mano a cada pasajero; algunos le daban dinero, otros no y otros ni siquiera la observaban. Seguía adelantándose hasta el final de la combi donde estaban Brigitte y Andrea.


-          Pasaré por sus asientos para ver si me pueden dar una colaboración, les pido que me ayuden- terminó por decir
Espero que al menos me den algo más que diez céntimos- pensó la mujer.
Comenzó a pasar por los asientos alzando la mano. Primera persona, nada. Segunda, igual. Tercera, veinte céntimos, y así sucesivamente.
Como siempre… nunca dan nada… seguro tendrán sus veinte soles, ¿Por qué  no me dan mejor un sol o algo?- pensó la mujer, empezaba a enfurecerse, siempre eran muy similares sus días.
Al llegar al lugar de las muchachas, se percató de que una miraba a la ventana, pero que la otra empezaba a rebuscar en su cartera.
Seguro otros veinte céntimos –pensó. La muchacha agarro dos soles de su cartera y se los guardo al bolsillo, y todo el dinero que sobraba se lo entregó a la mujer.
¿Qué? ¿Por qué me está dando tanto?   
-          Dele algo de comer al niño por favor, se muere de hambre- le dijo. La mujer no era la única sorprendida, también se fijo que su compañera de asiento la veía con sorpresa.
-          Ya mijita- menciono la mujer aún anonadada- yo le comprare una galleta
-          No señora, cómprele un menú, ahí hay dinero suficiente para que puedan comprar uno para los dos- la señora observó el dinero que le había dado, habrían unos siete soles.
Cuánto dinero, seguro tendrá más
-          Pero esto no es suficiente para mi hijito- come mucho
-          No, yo no como tanto, gracias señorita- mencionó el niño con voz débil y tironeo a la mujer para que bajaran del carro, logrando hacerlo.


-          ¿Por qué le diste tanto dinero?- preguntó Andrea
-          El niño se oía con hambre, ja- sonrió -le sonaban las tripas
-          Pero puede que esa mujer no le dé el dinero al niño y se lo quede para ella
-          Lo sé, pero tenía que intentarlo. Espero que puedan alimentarse.
-          Ese era tu dinero para tu almuerzo ¿cierto?
-          Mm… si.
-          Bueno compartamos un menú. Yo invito.  

sábado, 11 de agosto de 2012

Hera's Rage

Durante el periodo griego las personas creían que los dioses vivían y los observan desde el Olimpo, desde ahí tenían el control sobre todo y todos en la tierra, pero claro esto ha veces pasaba a ser aburrido; esta situación cambiaba cuando encontraban mujeres o hombres a los cuales perseguir en la tierra o cuando Dionisio organizaba una de sus famosas fiestas.

Una de las cosas más atrayentes en las fiestas de Dionisio era que se servía uno de sus mejores vinos, esto era aprovechado por muchos dioses, ya que la persona que lo tomaba caía en un estado tan placentero que sus fiestas siempre terminaban creando el caos.
Uno de los dioses que aprovechaba más la situación era Zeus, el cual tomaba a las diosas que más deseaba y las hacia suyas. Hera, su esposa, sabía de estas fiestas y constantemente renegaba con él por estas situaciones, la tenían harta sus juegos y aventuras con toda mujer bella que se le cruzará

“Hasta con humanas” – pensaba Hera
Pero toda su irá era en vano, Zeus seguía haciendo de las suyas y aun más en la fiestas de Dionisio.

“Ya no lo aguanto más”
Hoy era el día de una de sus fiestas, pero este día ella ya no se quedaría sin hacer nada, Hera iría y lo enfrentaría dejando en claro que ella es su mujer.

Al llegar el momento, Zeus se dirigía hacia la fiesta,  lo que no sabía era que su esposa lo seguía de muy cerca; Zeus siempre llegaba tarde, era mejor porque todos ya habrían tomado buena cantidad del preciado vino.
Al entrar todos lo observaban, alzaba su cabeza para demostrar el orgullo tan característico de sí, mientras avanzaba a la mesa para servirse una copa, acariciaba el rostro de algunas diosas, mientras que ellas se le acercaban poco a poco.

Hera nunca había ido a alguna fiesta de Dionisio, así que no sabía lo que iba a encontrar ahí.

Zeus ya estaba rodeado de muchas mujeres mientras estaba sentado en un mueble, cuando Hera irrumpe en la fiesta, todos se quedaron boquiabiertos al verla, nunca había venido.
       -          ¡Zeus! – gritó - ¡Zeus!!

Zeus se levantó molesto y a la vez impresionado, a pesar de que Hera siempre era así nunca había hecho un escándalo igual
Se acerco sobrepasando a los demás dioses

-          ¡Zeusss!!!! – seguía gritando Hera – ¡Ven aquí y enfréntame! ¿O qué? ¿El gran dios le tiene miedo a la vergüenza pública? ¡Esta vez no que quedaré con los brazos cruzados! ¡Yo puedo enfrentarte cuando quiera!
Al llegar Zeus donde ella se encontraba la tomo del brazo y la jalo hasta afuera mientras Hera intentaba contenerse, no valía de nada. Hera empezaba a sentir temor, el agarre de su brazo era demasiado fuerte

-          ¡Suéltame! ¡¿Qué piensas hacerme?! ¡Suficiente humillación es ya ser tu esposa!
Zeus levantó los brazos hacia el cielo y de allí bajaron dos grandes cadenas que parecían estar sujetas a las nubes, tironeo a Hera hasta ellas y le ató las cadenas a las muñecas, mientras esta gritaba sin cesar.

-          Aquí te quedarás, por osar retarme – le dijo Zeus a la mujer encadenada

-          ¡Déjame! ¡¿Qué piensas lograr con esto?! ¡Esto no cesará mi voz!

-          Aquí te quedaras hasta que te calles, tal vez luego de mil años de eso y cuando te arrepientas de verdad, te libere.
Y así, ante la presencia de todos los dioses, Hera fue encadenada. Pero ningún dios, se atrevió a liberarla

viernes, 10 de agosto de 2012