Esperó a que una combi grande pasara vacía, -es muy cansado cargar a este y peor pasar
entre tan gente- continuó pensando.
-
Por fin! –exclamó
la señora al ver la combi acercándose- deja de moverte tanto escuincle!
El niño no pasaba de dos años, estaba flaquito, y no podía
dejar de moverse.
-
Que te estés quieto! -Le tiró del cabello al
niño, pero el pequeño no lloró, solo se quedó quieto.
El carro paró frente a la señora
y esta subió a la combi, por la puerta
más cercana al conductor.
-
Oye vamos a llegar tarde a la segunda hora de la
uni! –gritaba mientras corría- te dije que no era buena idea venirnos hasta
aquí.
-
Hay por dios ya deja de quejarte tanto. Solo
vinimos a imprimir un trabajo, además Wilson no esta tan lejos de San Marcos.
Andrea y Brigitte corrían hacia el paradero para tomar un
carro a su universidad, se les había hecho tarde. Después de correr tanto
Andrea logró visualizar el paradero
-
Ya
estamos llegando- le dijo a Brigitte
-
Rápido entonces!
Llegaron al paradero muy cansadas de tanto correr, Brigitte
no dejaba de observar su reloj.
-
Llegaremos tarde- reclamaba
-
Eres muy quejosa, ya verás que llegaremos
temprano
-
Después de esto, tengo que irme a almorzar. Lo
malo es que gracias que este viaje estoy a las justas con el dinero
-
Tan sarcástica como siempre tu ¿no? ¿Vas a
volver a quedarte en la biblioteca?
-
Sí, tengo que avanzar la monografía, ¿recuerdas?
-
¡Rayos! –exclamó- te acompaño entonces, lo había
olvidado
-
Tan irresponsable como siempre –murmuró Brigitte
La combi se aproximaba, por suerte había llegado rápido.
-
Deja de murmurar tanto y sube rápido al carro
Brigitte
Ambas subieron por la puerta de
la parte de atrás de la combi.
Rayos a pesar de
repetirlo a cada maldito rato, no recuerdo el cuento que invento ese hombre-
pensaba la mujer- bueno inventare
cualquier cosa. Ya me cansé de este niño.
Bajó al niño que llevaba en brazos, y este se sostuvo del
primer asiento que halló.
-
Señores pasajeros, disculparán que interrumpa su
linda tarde, pero mi esposo me abandono dejándome sola con mi hijo y no tenemos
nada para poder alimentarnos –iniciaba su discurso la mujer- no tenemos nada,
solo una casa vacía, quisiera poderle dar algo de comer a mi hijo
Nadie le prestaba atención,
todos miraban hacia otro lado; el niño que se había acercado hacia un asiento
donde estaban dos chicas, era tal vez el único que la observaba.
-
Por suerte estaba vacío el carro- dijo Brigitte
-
Ya ves, ahora solo queda esperar, además no está
tan lejos
Un mujer junto con un niño subió a la combi al mismo tiempo
que ellas, bajo al niño que tenía en los brazos y se acercó al asiento de las
muchachas
-
Señores pasajeros, disculparán que interrumpa su
linda tarde, pero mi esposo me abandono dejándome sola con mi hijo y no tenemos
nada para poder alimentarnos –comenzaba a decir la mujer- no tenemos nada, solo
una casa vacía, quisiera poderle dar algo de comer a mi hijo
Un sonido peculiar llamó la atención de Brigitte mientras la
mujer hablaba, provenía del niño. Será
que…- pensó la Brigitte.
-
Pasaré por sus asientos para ver si me pueden
dar una colaboración, les pido que me ayuden- terminó por decir la señora
Empezó a acercarse a cada uno de
los asientos, alzando la mano a cada pasajero; algunos le daban dinero, otros
no y otros ni siquiera la observaban. Seguía adelantándose hasta el final de la
combi donde estaban Brigitte y Andrea.
-
Pasaré por sus asientos para ver si me pueden
dar una colaboración, les pido que me ayuden- terminó por decir
Espero que al menos me
den algo más que diez céntimos- pensó la mujer.
Comenzó a pasar por los asientos alzando la mano. Primera
persona, nada. Segunda, igual. Tercera, veinte céntimos, y así sucesivamente.
Como siempre… nunca
dan nada… seguro tendrán sus veinte soles, ¿Por qué no me dan mejor un sol o algo?- pensó la
mujer, empezaba a enfurecerse, siempre eran muy similares sus días.
Al llegar al lugar de las muchachas, se percató de que una
miraba a la ventana, pero que la otra empezaba a rebuscar en su cartera.
Seguro otros veinte
céntimos –pensó. La muchacha agarro dos soles de su cartera y se los guardo
al bolsillo, y todo el dinero que sobraba se lo entregó a la mujer.
¿Qué? ¿Por qué me está
dando tanto?
-
Dele algo de comer al niño por favor, se muere
de hambre- le dijo. La mujer no era la única sorprendida, también se fijo que
su compañera de asiento la veía con sorpresa.
-
Ya mijita- menciono la mujer aún anonadada- yo
le comprare una galleta
-
No señora, cómprele un menú, ahí hay dinero
suficiente para que puedan comprar uno para los dos- la señora observó el
dinero que le había dado, habrían unos siete soles.
Cuánto dinero, seguro
tendrá más
-
Pero esto no es suficiente para mi hijito- come
mucho
-
No, yo no como tanto, gracias señorita- mencionó
el niño con voz débil y tironeo a la mujer para que bajaran del carro, logrando
hacerlo.
-
¿Por qué le diste tanto dinero?- preguntó Andrea
-
El niño se oía con hambre, ja- sonrió -le sonaban las
tripas
-
Pero puede que esa mujer no le dé el dinero al
niño y se lo quede para ella
-
Lo sé, pero tenía que intentarlo. Espero que
puedan alimentarse.
-
Ese era tu dinero para tu almuerzo ¿cierto?
-
Mm… si.
-
Bueno compartamos un menú. Yo invito.